17.7.09

Las horas infames. Vol 1

Por mas que buscaba en su mente, lucrecia no definia que era lo que le atraia de aquel joven mormón que estaba en su casa, podria ser el color de su piel extranjera, lo curioso que hablaba el español o que se yo, tal vez era meramente deseo. Hace cinco años cuando ella apenas era una adolescente su madre se marcho de su casa con otro señor, dejandola a ella y a su hermanita al cuidado de su padre, un sujeto tan manipulable como la arcilla. Lucrecia aprovecho tales sucesos para crecer en libre albedrio, nada malo para estos tiempos modernos, pero pecaminoso si vives en un pueblo polvoriento en donde las ordenes de distintas iglesias llegan buscando incautos.
La iglesia local condenaba el comportamiento de lucrecia, es penoso recordar el como la saco el sacerdote de los convivios juveniles por no soltar la entrepierna de un compañero suyo. sin embargo a ella no le daba pena cambiar de apariencias, es por ello que comenzo a asistir a una asamblea llamada algo asi como la fraternidad de los hijos de dios o quien sabe que nombre inventado por el regente. Fueron exactamente 2 reuniones alas que asistio. Las mujeres eran obligada.. perdón, eran instruidas a vestirse con pañoleta en la cabeza, falda que cubra los tobillos y blusera de mangas largas. Que horror! penso lucrecia, ella no se someteria a tal yugo, ella con ese desbordante cuerpo de mulata, herencia cien por ciento de su madre y acostumbrada a pasearse con la falda corta y sin ropa interior.
Como mencione anteriormente nunca faltaban visitas a domicilio por evangelizadores de toda indole, "llegamos hasta aqui, en donde el gobierno desconoce a los hijos de los sublevados" era una tierra salvaje que poco a poco se iba liberando de sus estigmas, en parte por la inocencia de sus pobladores.
hoy por la tarde he visto a lucrecia recibiendo en su casa a dos mormones, el clasico moreno local y el guero de importación, ella y su hermana estan solas, me falto mencionar que Natalia, quiere seguir los pasos de su hermana mayor.
Una hora mas tarde, paso por la puerta de la casa de lucrecia, los mormones comodamente sentados y las hermanas ya empiezan a rodear con sus brazos a cada uno de ellos... sigilosamente lucrecia arrima la cortina y me sonrie desde su ventana...va anocheciendo y esos jovenes no se iran pronto...

2 comentarios:

Pablo Cabañas dijo...

Me gustó la historia, sobre todo porque aborda la hipocresía que pueden ser las sociedad muy religiosas, develadas por un alma tan libre como Lucrecia (o al menos eso da a conocer el Volumen 1)...

Saludos!!!

poncho dijo...

interesante relato, esperemos la siguiente cita con las niñas pecadoras jeje